domingo, 22 de junio de 2008

CARTA A ANTONIA.



Querida Antonia: Gracias por tu cariñosa carta de pésame. No tenías por qué disculparte por no haber venido al entierro de tu hermano, porque yo sé que todos tenemos problemas que atender y no siempre disponemos de nuestro tiempo.

Me dices en ella de lo bueno y cariñoso que él era con toda la familia y yo no te lo puedo negar.

Nunca me quejé, y no voy a hacerlo ahora después de muerto

Sin quejas, porque nunca me faltó de nada, siempre eché de menos que hablara conmigo de sus asuntos, que yo entendía que también eran los míos, y que, cada vez que yo le preguntaba por algo, su respuesta era siempre la misma: "Tú no entiendes de estas cosas".

Cuando empezamos a tener problemas de conducta con Julito, se desentendió, de tal manera de este asunto, que ni siquiera quería que yo le contara lo que estaba pasando. Es más. Las broncas eran siempre para mí, porque, según él decía, yo no sabía educarlo.

Siempre que avisaban del colegio para comentar los problemas que estaba ocasionando con su conducta, a las entrevistas con el tutor acudía yo sola, porque, según tu hermano, los problemas de los críos son cosas de mujeres.

Los malos ratos y la vergüenza que pasas, eran solo para mí.

Y, cuando intentaba comentarle lo que me habían dicho, de su falta de respeto y disciplina en el colegio... caía sobre mí todo el peso de la culpa. Yo no sabía educarlo
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Jamás se enfrentó con sus hijos. Ni un consejo. Ni una exigencia, ni un enseñarles a ser responsables de sus tareas-

Yo sola me enfrenté con el tema. Me convertí en el ogro de la familia, hasta que, falta de fuerzas, por no tener ningún apoyo del padre, dejé de luchar.

Y así, un día tras otro, llevaron a la situación de convertirse, especialmente el padre y el hijo, en muy buenos amigos, muy compenetrados. Uno de consentidor y el otro cogiendo vuelos y convirtiéndome yo en el censor que se ganaba las broncas del uno y del otro.

De esta situación, Julio se creció en soberbia, de tal forma que ya no me guardaba ni un mínimo respeto, y casi me atrevo a decir que al mismo tiempo del respeto perdió el poco cariño que siempre me tuvo..

Cuando se hizo mayor, y siguiendo el modelo de su padre, convirtió la casa en un sitio donde se come, se tiene ropa limpia y una cama dispuesta para dormir.

Conmigo, nadie de la familia, habló de proyectos ni de ilusiones, De penas ni de alegrías

Yo siempre fui una cosa que no se podía quejar, porque no tenía respuesta para la gran pregunta: "¿Pero a ti te falta algo? ¿Qué más quieres?. Y yo pensaba, que no me faltaba nada.

Te cuento. Tu hermano dejó bien pronto de salir conmigo. Cuando nació Esther. él pensó que mi única misión era estar al cuidado de la niña veinticuatro horas cada día. Y todos los días del año.

El nacimiento de Julio no empeoré esta situación porque no podía ir a peor.

Y fue por entonces cuando empezaron los frecuentes viajes de tu hermano. ¿Pero adonde iba? "Viajes de negocios". Y si me atrevía a una siguiente pregunta, me exponía a que, de muy malas formas me contestase: ¿Pero es que me vas a controlar mi vida?

¿Y cómo podía yo controlar su vida si nada sabía de ella? Nunca supe cuanto ganaba. Ni si los negocios le iban bien o mal. Ni quienes eran sus amigos. Ni donde pasaba las horas después de su trabajo.

Nunca supe por qué se compraba tanta ropa. Por qué decidió ir al gimnasio dos veces por semana ni por qué se echaba en el pelo ese potingue que le dejaba un color horroroso.

Yo no podía preguntar porque todas mis necesidades las tenía cubiertas. "A ti no te falta de nada".

No era "nuestra vida". Era "su vida" y "mi vida" Dos caminos que corrían paralelos. Sin cruzarse

La mía ha sido de una monotonía paralizante. Nunca supe realmente si estaba viva. Si eso era vivir.

Me convertí en una obsesa de la limpieza y del orden..Del cocinar bien y a tiempo, sin ni siquiera, por una sola vez, alguien de la familia dijera que aquello estaba muy bueno.

Yo no sé en que momento empecé a aceptar mi vida de una manera paciente y resignada. Nada quería ni nada esperaba. Y el paso de los días, llenos de tanta rutina, me dejaron como vacía.

Ya no me importaba nada. Yo me agarré a la idea de que tenía todo lo necesario para vivir. Sin estrecheces. Sin apuros de fin de mes....

Muchas veces, querida Antonia, en mis muchas horas de soledad, me pongo a pensar en aquellos años de adolescencia, de primera juventud, en los que estábamos llenas de vida y de ilusiones.

¿Te acuerdas de aquellos años, en los que tú y yo pasábamos juntas las vacaciones de verano en el pueblo? Juntas casi todo el día, nuestra mayor ilusión era ir a ver los escaparates de las tienda de ropa. Los zapatos, los bolsos... Extasiadas delante de un escaparate, soñábamos en comprar cada una de aquellas cosas y presumir Salir a la calle, arregladísimas y pavonearnos delante de toda la gente del pueblo.

Fueron aquellos años en los que, nuestro mayor entretenimiento era intercambiarnos la ropa. Tú mis pantalones. Yo tu blusa blanca, sin mangas, que aún me acuerdo de ella.

Aquella ilusión murió sin saber cuando fue, ni sabría decirte en que día dejó de interesarme la moda.

El último vestido que me compré fue para la boda de tu hija Toñi, y ya tienes de ella un nieto de once años.

¿Para qué voy a comprarme un vestido? No salgo casi nunca, porque créeme si te digo que me siento desplazada yendo sola a cualquier parte.. Cada día que pasa me vuelvo más huraña. Más insociable. Ninguna de mis amigas le gustaba a tu hermano y una a una, de todas me distancié.

A veces pienso que se me va olvidar hablar .Aunque hablo mucho con la Tula. La Tula me entiende todo lo que le digo y yo también entiendo el lenguaje de su mirada. ¿Te acuerdas de Tula?. Esa perra guapísima, cruce de Pastor Alemán y no sé que más.

Aún vive. Está viejecilla y torpe y, estoy segura de que, el día que ella muera, no se si voy a encontrar una razón para seguir viviendo.

Amiga mía, yo siempre creí que no tenía, motivos para quejarme porque jamás me puso una mano encima. y nada me faltó.

Mi única satisfacción era saber que era una buena esposa, una buena madre y una buena ama de casa. llevando todos mis deberes con eficacia y dignidad.

Hoy, ante mi nueva vida de soledad, de una nueva clase de soledad, me pregunto si mi vida valió la pena de ser vivida de esta manera y sigo sin saber que contestar a esta pregunta

Quiero que sepas que la enfermedad de tu hermano, esa larga y penosa enfermedad, solamente agrió un poco más la situación, si esto era posible, Al estar él, por primera vez en su vida, tanto tiempo en casa, cambió, a peor, nuestra convivencia. Entonces yo era, ya, la culpable de todo..De su insomnio, de su malestar, de sus dolores...

Fue entonces cuando pasamos a la fase en la que yo lo hacía todo mal. La sopa fría o muy caliente. Esa toalla que raspa. El pantalón mal planchado, o la falta de ese paraguas que Esther se llevó y nunca devolvió, Yo era siempre la culpable .Un regruñir permanente.

Yo entendí que su mal humor lo pagara conmigo. ¿Con quien, si no había nadie más en la casa? Esther se fue a Málaga a vivir con el novio y Julio no sabemos donde para.

Hoy, ante mi nueva situación me atrevo a preguntarme si yo habré sido una mujer maltratada. Y si quieres que te diga la verdad, sigo sin saber la respuesta.

A mí nunca me pegaron, ni me rociaron con ácido. No puedo enseñar en televisión, como ahora veo, esos ojos morados, esas señales de golpes. A mi no tuvieron que protegerme las leyes con eso nuevo del "alejamiento"- Como si un asesino necesitara permiso para matar.

Y me digo que las preguntas ya no son necesarias. Ya todo fue como fue y nada ni nadie puede cambiarlo. Pero quiero que sepas que, de todo esto que te cuento y que nunca te dije, he sacado una decisión, Una firme decisión

Si Julio vuelve algún día a casa, yo, sin dejar de ser su madre y ayudarle en lo que necesite y pueda, lo que no consentiré, lo que jamás consentiré es que me trate como una cosa.

He decidido, quizá un poco tarde, que soy una persona capaz de luchar y defender mi dignidad.

Necesitaba en estos momentos, desahogarme, querida Antonia. y al no tener hermanas siempre te consideré te quise y te quiero como si lo fueras. Te mando un beso muy fuerte.




.Tu cuñada que te quiere mucho.................................................................Rosa

2 comentarios:

Nerim dijo...

Ante este tipo de maltrato siempre tengo la misma pregunta ¿como se puede vivir así?.

Una historia realmente dolorosa, menos mal que al final, está decidida a no permitir nunca más,intromisiones de esa naturaleza ni de su propio hijo, que de raza le viene al galgo y seguro que vuelve por sus fueros.

Un abrazo

mia dijo...

Demasiadas Rosas andan respirando en este mundo nuestro... casi pidiendo permiso para tomar ese aire vital... demasiadas Rosas si... y no veo una solución fácil la verdad...