BIOMETRÍA SENSORIAL ACTIVADA

Me sentiría mal si, con la cantidad de conocimientos que estoy teniendo a través de los documentales, no os hiciese partícipes de los mismos.

No me explico como cosas tan elementales, tan simples de descubrir, se han tardado tantos años en ponerlas al servicio de la sociedad.

Hoy me ocupo de la biometría y su aplicación al control fotogénico. Esta nueva ciencia es como una foto de carné de identidad, pero a lo bestia.
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Hasta ahora, en las puertas de las comisarías, institutos ó sitios donde te fueran a pedir tres fotos, se ponía una silla. Enfrente un trapo blanco y al lado de la silla un señor con una cámara de hacer fotos de carné, Esto es antidiluviano. Sobre todo el trapo.

Ahora, desde una cabina computarizada que tú no ves y sin señor alguno, te miden las fosas nasales, el trigémino, el iris (eso que tiene el ojo dentro) y los pabellones auditivos (las orejas).

Una vez metrificado lo comparan con tu chip activo procesado y a través de una descodificación masiva y homogénea ya saben quien eres.

Una vez que la cámara reactivada y con ulterior proceso sabe que eres tú y no cualquier otro señor, adjuntan datos suplementarios para integrarte en la selección mundial de seres vivos con derecho a voto.

Estos datos selectivos, como puede ser una carie premolar o un acné post-adolescente, te clasifica en un grupo de riesgo activo, o en una célula durmiente de máximo riesgo y que te imposibilita, por ejemplo, a entrar en recintos de clasificación beta. ¿Me seguís?

El uso de armas lleva un proceso todavía más simple
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Insertando un chip bioclónico en la boca de un perro de la vecindad del sujeto sometido a control intensivo, este se activa al empuñar el arma el susodicho y manda un mensaje interestelar cósmico al procesador de armas del país más próximo, el cual, a su vez, con rayos gamma inutiliza el arma e imposibilita su uso. Queda registrada la intencionalidad del sujeto para futuras intervenciones.
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La medición de tus cuentas bancarias data del siglo XV!!! pero se ha mejorado últimamente aplicándole unas nuevas técnicas que:

Te acercas a una cabina expendedora de billetes de tu propiedad, vulgarmente llamada cajero automático, y... La miras. La miras fijamente. Sin parpadear. Y el ya te ha medido el iris. Te centras delante de la máquina y el calor y el olor que despiden tu cuerpo corresponden exactamente con el iris. Se va enterando que eres tú.

Ha seleccionado los miles de seres que han podido venir esta mañana y los ha eliminado. Para sí mismo se ha dicho: "Es él "

Y ya pones el dedo donde dice "Sacar dinero"... Aquí las medidas son más rigurosas. Más problemáticas de realizar .Aquí se trata ya de huellas dactilares y huellas tiene todo el mundo. Hasta los pobres tienen huellas dactilares.

Hay que procesar más datos. Empiezan por Albacete. Luego provincia,- España,- Europa y siguen y al final: Mundo entero. A los que están por ahí con los cohetes no los comprueban porque son pocos y además están fichados.

Esto se tarda más en decirlo que en hacerlo puesto que, a estos procesadores de datos les cunde muchísimo. Hecho a mano roza lo imposible.

Y ya saben positivamente que eres tú. El cajero está seguro de quien tiene delante y ya, con un suspiro que no se oye apenas... ( las máquinas suspiran muy flojo) te dice: ¿Cuanto dinero quiere sacar? Y tú le contestas: Quiero 100 euros Y la máquina te dice que no te los da. Con otras palabras pero no te los da.

Y yo me pregunto: ¿Quien le ha dicho al cajero que yo no tengo fondos y estoy en números rojos? ¿Entiende también de colores?. Porque yo pasé todas las pruebas. Mis orejas, mis ojos, mis huellas. Todo ha dicho que soy yo.
A mí que no me midan más. Yo sé que desde cabinas ocultas están teniendo cuidado de mi. Que vigilan mis maletas y mi bolso en las estaciones y aeropuertos para que, si llevo un arma no se me dispare sin querer y me haga daño... Pero si luego por 100 cochinos euros me van a decir que no me los dan… Prefiero que me den el dinero y no se lo gasten en medirme, tenerme chipizada, procesada y clasificada.
Yo quiero 100 euros. Nada más